De todos es conocida la tradicción de Microsoft de dar una de cal y otra de arena con sus sistemas operativos: primero un sistema operativo innovador, rompedor, distinto y problemático; seguido de una nueva versión robusta, fiable, moderna y amigable. Así lleva siendo desde que tengo memoria informática: Windows 95 mejorado por Windows 98, Windows Millenium rescatado por Windows xp, Windows Vista arrinconado por Windows 7.
Y en esa tesitura nos encontramos en el momento de Windows 8, un golpe de timón radical que busca unificar el sistema operativo de múltiples plataformas, con algunas de las bondades de Windows 7 pero con muchas características nuevas que no han cuajado, o incluso a veces han provocado rechazo en los usuarios. Ahora tocaría una nueva versión con la que casarse por un tiempo y disfrutar del ordenador. Microsoft ha tenido millones de betatesters que le han pagado una licencia por pulir los defectos de uso y concepción de windows 8 y todo ese feedback se tiene que plasmar en la siguiente versión: Windows ... 10.
¿Es preocupante el salto de número? Esperemos que sea una estrategia comercial, o que simplemente les guste más el número 10 que el 9. Lo verdaderamente preocupante sería que sea un nuevo proyecto beta de Microsoft, que no haya una versión estable entre experimentos que nos permita capear el temporal, que vuelvan a hacer padecer a millones de usuarios innovando hacia donde nos quieran lelvar, y no hacia donde los usuarios necesitamos ir. El tiempo dirá, en poco más de un año estará entre nosotros.