A priori el software libre (open source) debería ser siempre la mejor opción, o al menos la mejor en cuanto a relación calidad-precio. Es dificil competir con un software desarrollado con la pasión y el mimo de un voluntario (o grupo de voluntarios) que lo hacen porque quieren hacerlo, es más, porque quieren hacerlo bien. Si a eso le sumas que no suelen tener precio, más allá de que acepten donativos voluntarios como reconocimiento a su esfuerzo, el software libre no debería tener competencia en absoluto. Todavía queda mucha gente con la mentalidad de que si un desarrollo no tiene una empresa grande detrás no es de calidad ni se puede confiar en él, pero esas mismas empresas grandes construyen sus aplicaciones usando "ladrillos" open source, por lo que heredarían los supuestos males de este tipo de productos. Los software propietarios tienen un coste que corresponde a un valor añadido: ya sea diseño, garantía de soporte técnico o un plus de funcionalidad o personalización; pero hay que pensar bien siempre si nos merece la pena respecto a la alternativa libre.
Sin embargo, a veces algunas noticias como este intento de colar una puerta trasera en los sistemas linux nos recuerdan que no nos deberíamos confiar, que también hay lobos con piel de cordero en el ecosistema open source. En cualquier caso, hay que quedarse con una de las ventajas técnicas del software libre de código abierto: al estar el código fuente disponible para todos se puede analizar y encontrar cualquier rutina maliciosa, que por suerte es lo que ha ocurrido en esta ocasión.