La revolución de las impresoras 3D ya ha empezado, y no se va a parar. Hoy en día es tan fácil hacerse con una y empezar a darle utilidad que estamos convencidos que las nuevas generaciones regalarán para el día del padre un joyero o un cenicero hecho de plástico, en vez de los tradicionales palillos de polo o arcilla.
En nroot no nos pudimos resistr y ya tenemos una, bueno dos, y para la segunda imprimimos muchas de las piezas usando la primera. No es sólo un juguete, también tiene utilidades muy prácticas para el negocio y para el día a día. De cara al negocio nos hace un gran servicio para los prototipos de dispositivos hardware que estamos empezando a desarrollar (algún día habrá un post sobre arduino y la democratización de los microprocesadores). En el día a día, las aplicaciones son infinitas: ¿Se te ha roto un embellecedor de un producto que ya no se vende? ¿Has perdido la tapa de plástico de la pata de una silla y te raya el suelo? ¿Es imposible comprar suelta esa arandela quebradiza y te obligan a comprar una pieza grande y cara que la contiene? Pues te lo imprimes y arreglado.
Desde luego a los precios que están las impresoras 3D, y a los que presumiblemente llegarán a bajar, y al precio que está la materia prima (por el momento esto no es como la tinta o el toner, que vale más que el aparato) es dificil resistirse en cuanto el trabajo te da una excusa para comprarla.
Por supuesto hay muchas gamas, y tecnologías muy avanzadas en este campo, sirva de ejemplo la noticia sobre la creación de una casa de cinco pisos sólo con piezas impresas en 3D, u otras aparecidas anteriormente que hablan de impresoras 3D en el campo de la medicina que regeneran huesos, pero al común de los mortales nos importan las de andar por casa, y esas son asequibles, divertidas y estimulan la imaginación. ¡Hazte con una!