Llevamos años leyendo libros y viendo películas y series de ciencia ficción en las que las inteligencias artificiales ayudan (en unos casos) o torturan (en otros) a los protagonistas. Siempre hablan perfectamente, dan respuestas precisas a cuestiones sumamente complejas y tienen unas capacidades estratégicas maquiavélicas. Y el caso es que según van pasando los años a todos nos va pareciendo que esos futuros lejanos de las películas están cada día más cerca.
Sin embargo, hay una frontera enorme en el avance de esta tecnología que aún ¿no? hemos superado: que una IA tome consciencia de si misma y se convierta en un ser vivo de pleno derecho. El aprendizaje de las inteligencias artificiales se basa en recopilar montañas de datos generados por humanos, y por eso nos puede parecer que son muy humanas. Cuando mejor sean los algoritmos de aprendizaje y gestión de esos datos por parte de las IAs más se parecerán a los humanos, pero por el momento imitar a un humano no te hace humano. ¿Es posible que algún día se cruce la frontera? En algún punto de nuestra evolución nos convertimos en seres inteligentes, quizá cuando nuestro cerebro fue lo suficientemente grande y tuvo la capacidad de cómputo necesaria. Si es así, en algún momento podemos dotar a una IA de suficiente potencia de cálculo como para cruzar esa frontera que los humanos cruzamos hace miles de años, y en ese momento esperemos no haber criado cuervos.